jueves, 17 de noviembre de 2016

Las sondas Venera y el infierno de Venus


La historia humana marcó un hito trascendental cuando las botas de Neil Armstrong pisaron por primera vez la superficie de nuestra Luna. Sin embargo, lo cierto es que a esas alturas la exploración del espacio ya había avanzado un trecho. En el caso de Estados Unidos, irónicamente, cosecharon éxitos explorando Venus mucho antes de que pudiesen plantar su bandera sobre el desolado Mar de la Tranquilidad; logros que deben a la "extraordinariamente suertuda" nave Mariner 2. Mientras tanto, los soviéticos estaban enviando andanadas de sondas Lunik sobre la Luna, tratando de anticiparse a los estadounidenses y llevarse el premio gordo de la carrera espacial, pero también mostraban sumo interés por acercarse a uno de los objetivos más cercanos y misteriosos: el planeta Venus.

Este "gemelo" de la Tierra era un objeto enigmático. Cubierto por una gruesa capa de nubes, invisible al ojo indagador de telescopios, era campo fértil para toda clase de fantasías y suposiciones. Algunos creían que la gruesa capa de nubes ocultaba un clima tropical, cálido y con abundantes océanos, donde seres extraños y enigmáticos proliferaban por doquier. Esa era la versión optimista, pero también había científicos que sostenían que Venus era un desierto implacable, barrido por un calor infernal y sin trazas de agua en la superficie.

Los primeros intentos soviéticos por alcanzar Venus datan de 1961, cuando la sonda Venera 1 se internó en el espacio para sobrevolar el planeta. Lamentablemente, siete días después del lanzamiento se perdió contacto con la sonda cuando se encontraba a unos 1,7 millones de kilómetros de la Tierra. La enmudecida sonda pasó a unos 100.000 kilómetros de Venus en Mayo de ese año.



Venera 1, primer inteno soviético por alcanzar el planeta Venus (mentallandscape.com)


Se marcó un hito en la exploración de Venus cuando la sonda estadounidense Mariner 2 realizó un sobrevuelo a 34.773 km del planeta, en diciembre de 1962. No llevaba cámaras, así que no pudo aportarnos fotografías, pero sus instrumentos revelaron algo que ni los más pesimistas hubiesen esperado: Venus era el objeto más caliente del sistema solar (aparte del Sol) pues la temperatura en la superficie andaba por los 415° C y la presión atmosférica debía ser extrema. También se descubrió que el campo magnético de Venus era mínimo, demasiado débil para ser captado por los instrumentos de la sonda.

La Unión Soviética se sintió herida en su amor propio ante el sonado éxito de la modesta nave estadounidense; desde el lanzamiento del Sputnik 1 que estaba a la vanguardia de la exploración espacial y no estaba dispuesta a ceder el lugar. Seguiría adelante con el Programa Venera (Venus en ruso), enviando una serie de sondas que terminarían por cosechar grandes éxitos. 

Aun había incógnitas por responder sobre el planeta, pues muchos científicos dudaban de los resultados extremos obtenidos por la Mariner 2 y atribuían las altas temperaturas detectadas a una condición exclusiva de las capas externas de nubes. Sobrevivía la romántica visión de un Venus exuberante de vida, cruzando una etapa comparable al Triásico terrestre,  o quizá cubierto por un enorme océano donde primitivas células prosperaban gracias a la energía captada del Sol, tanto es así, que los módulos de aterrizaje de las sondas Venera serían diseñados para flotar en caso de caer sobre masas de agua. Otro punto crucial era precisar la verdadera presión atmosférica en la superficie del planeta, que era objeto de debate entre los especialistas 

Se lograron avances cuando, tras una serie de intentos fallidos, los soviéticos estrellaron su sonda Venera 3 sobre la zona de penumbra de Venus, el 1 de marzo de 1966. Fue la primera vez que un objeto construido por el hombre alcanzaba la superficie de otro planeta (en 1959 estrellaron la sonda Lunik 2 sobre la superficie de la Luna, pero debemos recordar que nuestro satélite no cuenta como planeta). Desgraciadamente, el sistema de transmisión falló antes que la sonda pudiese transmitir sus datos hacia la Tierra.

El 12 de Junio de 1967 lanzaron la sonda Venera 4, construida por NPO Lavochkin y primera en internarse por la atmósfera de Venus para transmitir información hacia la Tierra. Venera 4 constaba de un orbitador y un módulo de descenso de 383 kg que debería aterrizar suavemente sobre Venus con auxilio de un sistema de paracaídas de frenado. El módulo quedó rápidamente achicharrado mientras atravesaba la densa capa de nubes a una altura de 25 km, pero alcanzó a transmitir valiosa información sobre la insólita composición química de la atmósfera del planeta, confirmando su alto contenido de dióxido de carbono, su calor sofocante y una presión atmosférica más alta de lo esperado. Los datos de Venera 4 confirmaron los obtenidos por la Mariner 2 y la expectativa de Venus como un confortable gemelo de la Tierra se desvaneció por completo: La temperatura en la superficie andaba por los 500° C y la presión era de unas 90 atmósferas, equivalente a encontrarse a 1.000 metros de profundidad en el océano. El siguiente acto consistía en posar una sonda sobre el hostil mundo, para precisar los datos y obtener una imagen de la superficie calcinada, pero lograr que una sonda sobreviviese el mínimo de tiempo necesario en ese infierno sería una proeza, que implicaría el desarrollo de aleaciones resistentes a las nubes ácidas y electrónica capaz de aguantar el calor  desmedido.



La sonda Venera 4. Abajo se distingue el módulo de aterrizaje, marcado con la sigla CCCP



Módulo de aterrizaje de Venera 4 (mentallandscape.com)



                             Carl Sagan habla sobre la atmósfera de Venus y los hallazgos de las sondas Venera.



La siguiente heroína de la lista sería la sonda Venera 7, cuyo modulo de descenso fue el primer objeto en posarse controladamente (en realidad cayó sobre el suelo a unos 17 mts. por segundo) y transmitir información desde la superficie de otro mundo. El módulo solo alcanzó a sobrevivir unos 23 minutos antes de ser destruido por el calor, la atmósfera corrosiva y las presiones extremas.

Ya se disponía de valiosa información sobre las características de Venus, pero faltaba una panorámica de su superficie, cuyo aspecto seguía siendo toda una incógnita. 

En  Junio de 1975 los soviéticos lanzaron la sondas Venera 9 y 10, con la habitual configuración de orbitador y módulo de descenso, pero también había diferencias importantes: la Venera 9 era casi cinco veces más pesada que los miembros anteriores del programa. El módulo de aterrizaje -con un peso total de 660 kg- estaba protegido por una cápsula esférica de 2,4 metros de diámetro y fue equipado con dos cámaras cycloramic para obtener una panorámica de 360° de la superficie de Venus. Para aumentar su tiempo de sobrevivencia el módulo fue enfriado hasta unos -10° C antes de la maniobra de descenso. Si todo salía según lo planeado el módulo captaría las primeras imágenes de la superficie de un planeta distinto al nuestro.



Módulo de descenso de la Venera 9 (mentallandscape).

El 22 de Octubre de 1975 el módulo de aterrizaje emprendió su maniobra final para posarse sobre la región de Beta Regio con el auxilio de un complicado sistema de paracaídas de frenado que se abría a una altura de 65 km y le ayudaron a disminuir su velocidad al atravesar la densa atmósfera para caer a unos 10 metros por segundo sobre la superficie de Venus (esto de "aterrizaje controlado" es un asunto relativo). Aterrizó sobre una escarpada pendiente cubierta de cantos rodados, que podría ser la pendiente de la formación llamada Aikhulu Chasma



Maniobra de descenso del módulo de aterrizaje, auxiliada por un complicado sistema de paracaídas de frenado




Un emisario de otro mundo: concepción artística del módulo de aterrizaje Venera 9 sobre la superficie de Venus, notar la densa capa de nubes, que bloquea parte de la luz solar (Wikipedia).



Las primeras fotografías de otro mundo.

Una vez en Venus, la sonda desplegó sus dos cámaras para captar imágenes en 360° del planeta. Las cámaras estaban adaptadas para resistir las infernales condiciones del planeta, pero desgraciadamente una de ellas se negó a funcionar, y esta es la razón de que solo dispongamos de 180° de panorámica. La foto captada por el módulo es propia de la tecnología de 1975, en blanco y negro, en un entorno espantoso. La imagen fue esta:






Me recuerda las imágenes de mi televisor viejo, pero no se preocupen, las imágenes han sido procesadas con técnicas actuales por Don Mitchell, con un resultado más que satisfactorio.



Imagenes de Venera 9 procesadas.



La ocasión es emocionante, que duda cabe. Fue la primera vez que ojos humanos contemplaron la superficie de otro mundo, de aquel dulce lucero imaginado como la diosa del amor, pero que en realidad podríamos sentar perfectamente en el trono de todos los infiernos.

El módulo de aterrizaje logró transmitir 53 minutos en esas condiciones antes de perder contacto con el orbitador. Es difícil precisar cuanto tiempo más pudo sobrevivir, pero el objetivo principal se había cumplido y los eufóricos científicos rusos continuaron con sus planes.

Tres días más tarde la sonda Venera 10 aterrizó sobre Venus a unos 2.200 km de Venera 9. Transmitió unos 65 minutos antes de perder contacto con el orbitador. También estaba equipada con dos cámaras, pero....fatalidad de fatalidades, otra vez una se negó a funcionar. La imagen captada es la que adjuntamos abajo, una llanura plana igualmente desolada. Al igual que la imagen de Venera 9, fue procesada y mejorada por Don Mitchell, con un resultado espectacular:



Imágenes procesadas de Venera 10 (planetimages.blogspot)

Las sondas Venera 13/14 fueron lanzadas al espacio en 1981 con una diferencia de cinco días. Pesaban casi 100 kg más que sus antecesoras y la electrónica del módulo de aterrizaje se diseño para aguantar por más tiempo las temperaturas extremas del planeta. La principal expectativa estaba en Venera 13, que debía captar la primera imagen a color de la supeficie de Venus gracias a sus cámaras de alta resolución.

Como en las misiones anteriores, el módulo de aterrizaje de Venera 13 atravesó la densa atmósfera con ayuda de paracaídas de frenado, para terminar el último trecho del descenso en caída libre. Esta vez ambas cámaras cycloramic funcionaron a la perfección, entregando imágenes bastante buenas de la superficie venusina, vean:



Imágenes captadas por la Venera 13.



No hay una vista plena del horizonte ocre, pero se puede adivinar la increíble desolación, el suelo lleno de rocas planas y erosionadas bajo una iluminación semejante a un día nublado terrestre. Como ya mencionamos, la superficie de Venus siempre está cubierta por una gruesa mortaja de nubes que, de noche, no dejan pasar la luz de ninguna estrella (la astronomía debe ser una ciencia compleja para un hipotético astrónomo venusino). Parece ser un terreno mucho más antiguo que el visitado por Venera 9, con una mezcla de rocas basálticas y graníticas de la corteza planetaria. 

También se han procesado las imágenes de Venera 13/14, obteniendo unos resultados que nos hacen perdernos en un laberinto de pensamientos, pesadillas y fantasías.



Imagen procesada de la sonda Venera 13 (planetimages,blogspot)


Imágenes procesadas de Venera 13 (Don Mitchell).


Alentados por su éxito los soviéticos continuarían con el lanzamiento de nuevas sondas. Incluso llegaron a planificar el descenso de un rover alimentado por energía eólica sobre el planeta, planes que se fueron a la basura con el hundimiento del bloque soviético a fines de los ochenta.

El ciclo de las Venera cerraría con el envío del par Venera 15/16 en junio de 1983. Su principal cometido era cartografiar la superficie de Venus mediante un radar de ondas. Fueron insertadas exitosamente en órbita del planeta donde permanecieron casi ocho meses. Aportaron datos de una calidad sin precedentes, que revolucionaron nuestra comprensión sobre la geomorfología del planeta.



Venera 15


Luego de esta época dorada la exploración del planeta Venus pasó a un ingrato segundo plano. Las posibilidades de encontrar vida en Venus (vida como nosotros la entendemos), en un ambiente inusitadamente hostil, son prácticamente nulas. Marte ofrece muchas más posibilidades y concita toda la atención de la comunidad científica internacional, más ahora, en que no se descarta que las trazas de metano descubiertas en su atmósfera puedan ser de origen biológico. Además, pensando en un futuro a largo plazo, las mayores facilidades para alojar bases y colonias terrestres las ofrece Marte, y no Venus, mundo que, pese a su hermoso color y brillo sobre nuestros cielos, esconde un verdadero infierno.



Sitios de aterrizaje de las sondas Venera.






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