lunes, 19 de junio de 2017

Cúmulo de galaxias de Virgo.


Las estrellas no son objetos solitarios. La fuerza de gravedad las arrea y congrega en gigantescos barrios estelares llamados galaxias. Nuestro Sol es un habitante más de una enorme ciudad llamada Vía Láctea. A su vez, cada galaxia es atraída por la irresistible gravedad y terminan por agruparse en inmensas estructuras llamadas cúmulos de galaxias.

En algún momento hablamos del interesante Cúmulo de Fornax, pero ahora quiero dirigir nuestra atención a un cúmulo de galaxias a medio camino entre las constelaciones de Virgo y Coma Berenices: el Cúmulo de Virgo.

Ubicado a unos 60 millones de años luz, el cúmulo está lleno de objetos atractivos. El último censo arroja un total de unos 2.000 habitantes, aunque no es seguro que todas estén gravitacionalmente ligadas. Las hay espirales y elípticas, de todos los tamaños, gustos y colores, de modo que ningún observador podrá sentirse defraudado. 

Espectacular imagen de la zona central del cúmulo (Rogelio Bernal Andreo).


Zona central del cúmulo, con los nombres de algunos de sus componentes (Wikipedia, usuario Hyperion130).


M87 (NGC 4486), su galaxia elíptica gigante, es el morador más destacado. Tiene dos veces más materia que la Vía Láctea y brilla con contundencia cerca del centro del cúmulo. El núcleo de la galaxia es bastante activo y contiene un agujero negro que anda por las 3000-6000 millones de masas solares. Espectaculares chorros de materia (jets) salen disparados desde el centro de la galaxia (del agujero negro) y se extienden por unos 5.000 años luz. Han sido fotografiados con exquisito detalle por la veterana cámara del Hubble.

M49 (NGC 4472) es otra galaxia elíptica gigante, algo más luminosa que M87. Situada en una orilla del cúmulo, la galaxia es muy rica en cúmulos globulares (varios miles), y no cabe duda que varios deben ser los restos de antiguas galaxias pequeñas devoradas por M49. La galaxia también esconde en su corazón un agujero negro supermasivo, quizá de unos 3000 millones de masas solares. 

Otros integrantes destacados (¡imposible listarlos todos!) son M58, M60, M84, M88, M90 y M100, NGC 4473, NGC 4371, NGC 4568 y NGC 4636

M88, una de las más grandes y luminosas integrantes del cúmulo (NGC 4501).

M87 no es la galaxia más brillante del cúmulo, ese honor le corresponde a M49, pero si es una intensa radiofuente.(NASA/JPL-Caltech).


M100 (NGC 4321), hermosa espiral del cúmulo (ESO).
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El cúmulo se extiende por una amplia región del cielo, de modo que es imposible abarcarlo al completo con el ocular. Deberán barrer la zona de allá para acá, utilizando a M87 como faro.

Un telescopio de aficionado bastará para distinguir muchas de las componentes del cúmulo. Cuando lo enfoquen, piensen que ya no hablamos de estrellas ni nebulosas de nuestra galaxia, sino de un enjambre de objetos situados a enormes distancias, una breve ojeada al espacio intergaláctico.

Podrán encontrar el cúmulo de Virgo a medio camino entre las estrellas Denébola y Vindemiatrix 



La gravedad hace de las suyas dentro del cúmulo: las galaxias se aproximan, se estrellan, se repelen y huyen unas de otras, generando unas complicadas redes de alianzas y enemistades. Con el paso de los eones, los miembros más masivos se fusionarán entre ellos, devorando sin contemplaciones a las galaxias más pequeñas. M87 es una de las principales carniceras: los alrededores de la galaxia contienen un halo de estrellas, sobrantes de galaxias más pequeñas absorbidas por M87.

Relativamente cerca del cúmulo de Virgo podemos encontrar el Cúmulo de Coma, situado en la constelación de Coma (cabellera). Contiene unas 1000 galaxias y, si andan por el cúmulo Virgo, no costará nada pasar por este barrio a dar un vistazo.


El cúmulo de Coma, en la constelación de Coma (La cabellera de Berenice)


El cúmulo de Virgo es la parte central de otra agrupación mayor, el Supercúmulo de Virgo, del cual también forma parte nuestro Grupo Local de Galaxias, desde aquí vamos escalando hasta descubrir la estructura a gran escala del universo, la zona de las maravillas y lo increíble.


martes, 13 de junio de 2017

En la máquina del tiempo: visitando la constelación de Orión dentro de 450.000 años en el futuro.


Ya sabemos que en el cosmos  nada es eterno o inmóvil. Las manadas de galaxias y estrellas se mueven incesantemente, obedeciendo los dictados de la gravedad y la expansión del universo. Esto implica que el panorama que contemplamos en el cielo nocturno está en constante renovación. Por supuesto, el proceso es imposible de advertir en los modestos intervalos de la vida humana, pero las constelaciones que hoy nos son familiares no lo han sido ni lo serán siempre. En el fondo una constelación no es más que una construcción imaginaria, pues las estrellas que las componen no están realmente relacionadas entre si, y cada uno de sus integrantes sigue direcciones y velocidades diferentes. Llegará un día en que otras figuras y asterismos completen el cielo nocturno, haciendo irreconocible el panorama actual.

La ESA ha elaborado un demostrativo video sobre los cambios que afectarán a la constelación de Orión hasta dentro de 450.000 años. Los movimientos futuros de cada estrella se pueden precisar gracias a las campañas de observación desarrolladas por las sondas Hipparcos y Gaia, que han sido capaces de precisar las características y movimientos de unos dos millones de astros. Estos videitos son sumamente ilustrativos y nos restriegan en la cara la brevedad de nuestras vidas.




Si se fijan bien, pese a los cambios que enfrentará, el asterismo del cazador sigue siendo reconocible: su "cinturón" apenas sufre cambios, aunque es posible que ya entonces Betelgeuse haya explotado como supernova, pero imaginen lo que sucedería si el horizonte temporal del video fuese no de cientos de miles, sino de millones de años... entonces los cambios si que serían radicales.

Orión es una de mis constelaciones favoritas, Cuando me estaba iniciando en esta afición (con mi humilde primer telescopio) el asterismo de Orión era mi punto de referencia, que me ayudaba a encontrar el resto de los objetivos celestes. Sin Orión no era capaz de distinguir nada. De hecho, ni siquiera pensaba en Orión, todo mi empeño quedada reducido a encontrar las Tres Marías o la rojiza Betelgeuse. Desde ahí me arrastraba penosamente por el cielo hasta ser capaz de ubicar a Sirio, posteriormente reconocí las Pléyades, la Cruz del Sur, Canopus... y desde ahí hasta el infinito ;)

domingo, 11 de junio de 2017

La vecina cascarrabias: Próxima Centauri.


Nuestro Sol es un grano de arena más en la inmensidad de una playa cósmica. Los otros granos de arena se extienden en todas direcciones a unas distancias que no podemos ni imaginar. Pero en este post nos enfocaremos en un humilde granito de arena, que no tendría nada de especial si no fuese por el hecho de que es la estrella más cercana al Sol.

Concepción artística de Próxima Centauri, la estrella más cercana a nuestro Sol. Ubicada a 4,2 años luz, es mucho más pequeña y menos brillante que nuestro astro, aunque si más densa.


Próxima Centauri es la estrella más cercana a nuestro Sol, a una distancia de apenas 4,2 años luz, a la vuelta de la esquina hablando en escalas astronómicas. Ubicada en la constelación del Centauro, es una enana roja variable tipo M5 con una masa de apenas 12% de nuestro Sol y 1/8 de su diámetro. Estas enanas rojas son en todo distintas a las gigantes rojas y bajo ningún concepto deben ser confundidas. Han cobrado gran relevancia en la última década porque los estudios señalan que serían las estrellas más abundantes de nuestra galaxia. Una enana roja es una estrella más pequeña que nuestro Sol y por tanto mucho menos luminosa. Las temperaturas de su superficie también son menores a la superficie de nuestro Sol, hecho que les brinda su color rojo característico. Una enana roja es una estrella cuya vida debe ser lo más parecido que conocemos a la idea de eternidad: su vida se extiende por unos intervalos de tiempo enormes, pues el hidrógeno de su núcleo se aprovecha mucho mejor que en las estrellas gigantes, pródigas y malgastadoras de combustible. De hecho, Próxima Centauri y todas las enanas rojas conocidas están aún en la secuencia principal (fusionan hidrógeno). No ha transcurrido la cantidad de tiempo suficiente para que cualquiera de ellas agote sus reservas de hidrógeno y evolucione a estadios posteriores. No sabemos con certeza  como podría morir una enana roja y los científicos solo pueden construir simulaciones al respecto.

Próxima Centauri fue descubierta en 1915 por Robert Innes, desde el observatorio Unión de Sudáfrica en Johannesburgo. La cercanía de la estrella permitió la utilización del método de la paralaje para precisar su distancia. El resultado es 4,22 años luz de distancia y una paralaje de 768,7 segundos de arco medidos por el telescopio espacial Hubble.

Comparativa de tamaños entre el Sol, Centauri A y B y Próxima Centauri (Wikipedia).


Al parecer, Próxima Centauri está ligada gravitacionalmente al sistema de Alfa Centauri, un sistema binario que incluye las estrellas Alfa Centauri A y B, ambas muy similares a nuestro Sol. Si esto es correcto, Próxima Centauri orbita alrededor de Alfa Centauri con un período de unos 500.000 años. El asunto no se ha podido zanjar con claridad, pero los últimos estudios demostrarían que esto es así y que el sistema de Alfa es en realidad un sistema triple.


Próxima Centauri (ESA/Hubble/NASA).



Espectacular imagen del sistema Alfa Centauri, ambas estrellas son muy semejantes a nuestro Sol.


Debido a su escaso tamaño, Próxima Centauri tiene una magnitud aparente de 11 y no es visible a simple vista. Su brillo equivale apenas a 1/150 del brillo de nuestro Sol. Si estuviésemos parados sobre Alfa Centauri A -prácticamente al lado- apenas podríamos distinguir a Próxima como una débil estrella rojiza de magnitud 5. Ninguna enana roja (por no hablar de las enanas marrones) es visible a ojo desnudo desde nuestro planeta y no se puede descartar que a futuro descubramos otras en nuestra vecindad, quizá incluso más cercanas que Próxima Centauri. De las treinta estrellas más cercanas a nuestro Sol, una veintena son enanas rojas (la estrella de Barnard, Ross 154, estrella de Luyten, YZ Ceti, etc.)

En agosto de 2016 Próxima Centauri estuvo en portadas, porque ESO anunció el descubrimiento de un exoplaneta orbitando a su alrededor. El planeta fue descubierto gracias al proyecto Pale Red Dot, una iniciativa destinada a detectar exoplanetas orbitando alrededor de nuestra vecina enana. Se le designó como Próxima b y fue descubierto por el método de velocidad radial. El planeta está ubicado dentro de la zona de habitabilidad de la estrella, tiene una masa mínima de 1,3 masas terrestres y orbita alrededor de su estrella madre con un período de 11,2 días. Surgieron las especulaciones sobre si el planeta sería un lugar óptimo para albergar formas de vida. De momento podemos suponer muchas cosas, pero un antecedente negativo es que estas enanas rojas son estrellas cascarrabias. De cuando en cuando generan espectaculares fulguraciones y emiten cantidades letales de rayos X al espacio, un ingrediente que no se lleva demasiado bien con la vida. De todas formas es posible que Próxima b presente acoplamiento de marea, es decir, que siempre presenta la misma cara hacia su estrella. Si esto es así, es posible que alguna forma de vida pueda prosperar en las zonas eternamente crepusculares, donde la mezcla de día y noche genere unas condiciones más amigables para la aparición de la vida.

No hay que entusiasmarse demasiado con la cercanía de Próxima Centauri y su flamante planeta. Si pensaron que era cosa de montarse en una nave y partir les diré que es mejor meter las presas en agua fría. El viaje en una nave tipo apolo 11 consumiría decenas de miles de años. Todavía faltan décadas (seguramente siglos) para que la humanidad sea capaz de afrontar un viaje de este calibre.


Concepción artística de Próxima b. En el cielo brilla Próxima Centauri, y más a la derecha se distingue el sistema binario de Alfa Centauri.



Concepción artística de Próxima b (ESO).



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