Aún sin un telescopio, la observación del cielo nocturno en una noche despejada es una actividad fascinante. El hombre moderno, sumergido en un océano de contaminación lumínica, ha olvidado por completo este placer. Es por esto que los apagones y cortes de luz que -de cuando en cuando- afectan a ciudades completas nos dan la oportunidad de dirigir miradas de admiración hacia la bóveda celeste: es el hombre reencontrándose con el infinito de la arena estelar.
Y dentro de esos placeres, uno de los favoritos para un aficionado es la contemplación de los cúmulos globulares.
Un cúmulo globular es una agrupación de miles, cientos de miles o millones de estrellas que están fuertemente ligadas por la fuerza de la gravedad. Tienen una forma esférica y suelen estar distribuidos por el halo de las galaxias, por ende, no se ubican dentro del disco galáctico como la inmensa mayoría de las estrellas. Se mueven alrededor del núcleo siguiendo órbitas muy excéntricas e inclinadas, necesitando hasta 100 millones de años para completar una vuelta en torno al centro galáctico. Los cúmulos globulares son asociaciones muy estables, pues no se disgregan como los cúmulos abiertos. Nuestra Vía Láctea, es el hogar de unos 160 cúmulos globulares (sin duda falta descubrir otros), y el más impresionante de todos es Omega Centauri.
Omega Centauri en todo su esplendor (NASA) |
Omega Centauri, o NGC 5139 es un cúmulo globular situado en la constelación del Centauro. Con una magnitud aparente de +3,7 es visible a simple vista, aunque la resolución de detalles o estrellas individuales requiere el auxilio de un telescopio mediano. Está ubicado a unos 15.000-19.000 años luz de nosotros y contiene unos diez millones de estrellas en una esfera de unos 150 años luz de diámetro. Como pueden deducir, la densidad de estrellas es altísima, y en el núcleo del cúmulo los astros están tan apretados que deben andar a codazos y golpes entre ellos. En una región de solo 13 años luz se deben apretar unas 50.000 estrellas, a modo de comparación, en la misma extensión que incluye a nuestro sistema solar solo se agrupan media docena de estrellas. Aún así, el riesgo de colisiones entre estrellas es muy bajo, pero al enterarnos de la edad del cúmulo, calculada en 12 billones de años (casi tan antiguo como nuestra galaxia) comprenderemos que el número de colisiones en este marco de tiempo debe haber sido elevado.
Distribución de cúmulos globulares por el halo galáctico. |
A nivel del Grupo Local de galaxias, solamente el cúmulo Mayall II, ubicado en la galaxia de Andrómeda, es más masivo y luminoso que Omega Centauri.
Nuestro cúmulo pesa 4 millones de veces la masa del Sol, y algunos estudios indican que su núcleo podría esconder un agujero negro de tamaño medio. Estudios posteriores no han corroborado esta hipótesis y la cuestión sigue abierta.
Durante mucho tiempo el cúmulo fue tomado como una estrella más. El astrónomo alemán Johann Bayer le asignó una letra griega (estrella omega de la constelación del centauro, de ahí su nombre) como a cualquier otra estrella. A ojo desnudo era imposible advertir su real naturaleza y hubo que esperar hasta 1677, cuando Edmund Halley (si, el del cometa) lo observó con un telescopio desde la isla de Santa Elena (donde Napoleón pasó sus últimos años tras Waterloo).
Omega Centauri sería un cúmulo particular, porque las estrellas que lo componen tienen un amplio rango de edades y distintas composiciones químicas: enanas blancas, gigantes rojas y estrellas jóvenes se apretujan dentro del cúmulo, en otras palabras, no todas se originaron en el mismo período como en otros cúmulos globulares, donde las estrellas tienen edades y composiciones semejantes. En base a este antecedente muchos científicos creen que en realidad Omega Centauri es el remanente del núcleo de una galaxia satélite enana, que fue absorbida y disuelta por la poderosa fuerza de atracción de nuestra Vía Láctea. Eventos de canibalismo galáctico de este tipo no son raros y ya hemos hablado sobre el tema en la entrada dedicada al Grupo Local de galaxias.
¿luces navideñas?, no...campo de estrellas al interior de Omega Centauri (NASA) |
Para un habitante de un hipotético mundo ubicado cerca del núcleo del cúmulo el espectáculo sería una pesadilla: miles y miles de estrellas llenarían su cielo nocturno, con un brillo superior al de Sirio.
Omega Centauri es uno de los tesoros que la naturaleza ha entregado al cielo austral. Solo puede ser visto al sur del +43°, y el mejor momento es durante otoño, invierno y parte de la primavera, que en el hemisferio sur equivale a los meses de Marzo-Septiembre, cuando lo veremos alto sobre el horizonte a temprana hora. Durante el verano estará en el cielo a altas horas de la noche, obligando al observador a levantarse muy temprano o acostarse muy tarde.
A ojo desnudo se camufla como una mancha muy difusa, pero el uso de un telescopio de aficionado nos revelará su naturaleza notable y nos brindará un espectáculo hermoso. Es increíble como una par de espejos o pedazos de vidrio pueden cambiar de tal forma la manera en que percibimos nuestro entorno, y a medida que nuestros ojos se habitúen a la oscuridad nos daremos cuenta que la extensión aparente del cúmulo es semejante a la de la Luna llena, es decir, unos 30 minutos de arco.
No intenten discernir estrellas individuales cerca del núcleo. Ya hemos dicho que la aglomeración de estrellas en el centro es tal que toda la región brilla como único e indivisible faro, pero pueden resolverse las estrellas que están en la periferia. No me pregunten por los colores del cúmulo porque eso depende de la agudeza visual del observador. En mi caso -que no tengo ni la mejor ni la más aguda de las vistas- soy incapaz de ver algo más que un revoltijo blanco, pero aún así lo encuentro un espectáculo hermoso.
Un bonus track: el cúmulo Tucanae 47, el otro gran espectacular cúmulo del cielo austral |
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