Finalmente, la humanidad ha
tomado contacto con el primer objeto celeste proveniente de otro sistema
estelar. El 17 de octubre, el telescopio espacial Pan-STARRS detectó un objeto
estelar moviéndose por el espacio a gran velocidad. Parecía un cometa más y recibió
la denominación C/2017 U1. El cálculo de su órbita nos mostró que su perihelio
había ocurrido el 9 de septiembre, momento en que se aproximó a unos 38
millones de kilómetros del Sol. El objeto no había mostrado el desarrollo de la
cola típica de los cometas, por tanto, la denominación de cometa fue cambiada a
la de asteroide: A/2017 U1. Pero habría más sorpresas. Las observaciones mostraron
que el asteroide tenía una órbita hiperbólica, dicho de otra forma, que el
objeto descubierto no provenía de la nube de Oort, ni siquiera de alguna región
del sistema solar: era un vagabundo de los vacíos del espacio interestelar.
Había dado un giro en su trayecto, afectado por la enorme gravedad del Sol y se
estaba alejando a toda velocidad, de vuelta al infinito. La UAI tuvo que crear
una nueva categoría para este excepcional objeto y le dio la denominación 1I
2017 U1, donde la “I” significa interestelar, el primer mensajero de otra
estrella.
Concepción artística de Oumuamua. Su forma alargada es muy inusual, dado lo que sabemos respecto a objetos de este tipo (ESO/M Kormesser) |
Se decidió dar un nombre propio
al objeto 1I 2017 y escogió la palabra “Oumuamua”, que en el lenguaje hawaiano
denota a un explorador o visitante que hace su primera aparición por un
territorio. Les va a tardar un rato familiarizarse con la palabra. Yo habría escogido una palabra menos enmarañada*,
pero el descubrimiento del objeto fue realizado desde un observatorio en Hawai,
y el equipo autor del hallazgo se vio con toda la autoridad para proponer el
nombre.
Como resulta obvio, la noticia
del descubrimiento concitó una enorme atención y muchos telescopios intentaron
rastrearlo. Cuando fue descubierto Oumuamua se estaba alejando del sistema
solar a una velocidad de 38 km/s. En 2018 dejará de ser visible, así que había
que darse prisa. El VLT de ESO instalado en el norte de Chile entró en acción y
pronto hubo resultados. Las variaciones en el brillo mostraron que Oumuamua era
un objeto de unos 400 metros de diámetro y unos 30 de ancho, aunque estas
mediciones contienen cierto margen de error. Tendría una composición metálica o
rocosa y el color del asteroide sería rojo, similar a las manchas rojizas presentes
en los cuerpos del cinturón de Kuiper (me acordé de Mordor Mácula en Caronte), delatando
la existencia de compuestos orgánicos sobre su superficie. Por otra parte, el
hecho de que Oumuamua no desarrollase una cola sería otra evidencia de la
carencia de materiales volátiles sobre su superficie. También sabemos que
Oumuamua rota sobre su eje con un período de 7 horas.
La breve visita de Oumuamua. Queda a la imaginación suponer cuanto tiempo llevaba sin acercarse a una estrella. Ahora se aleja a toda velocidad y no volverá jamás (NASA). |
La aparición de Oumuamua concitó
una enorme atención internacional, por la obvia razón de ser el primer
asteroide interestelar, pero también porque no sabemos cada cuanto tiempo
objetos de este tipo aparecen por nuestro vecindario. Tenemos el primero, y
este evento ha causado una revisión de las estimaciones de cuantos de estos pedruscos
deambulan por las cercanías de nuestro sistema solar. Una estimación nos dice
que siempre habría por lo menos uno en un volumen de 1 UA alrededor del Sol,
pero otros refutan el estudio como muy optimista, también existe el problema de
que serían muy débiles y difíciles de descubrir. Los pesimistas opinan que no
tendremos otra oportunidad de observar un objeto así durante décadas, incluso
quizá siglos. El hecho concreto es que la aparición de Oumuamua dejó a muchos
con sed de darle un vistazo más a fondo.
La concretización de este anhelo
investigativo se ha dado en el Proyecto
Lira, de la i4is (Initiative for
Interstellar Studies). Oumuamua se acercó a nosotros desde la dirección de
la constelación de Lira, de ahí el nombre del proyecto. Básicamente consiste en
lanzar una sonda de exploración a toda velocidad para dar alcance al asteroide.
La idea de una persecución espacial puede sonar descabellada al principio, pero
tendría un fundamento sólido: si enviamos una sonda en 2025 daría alcance a
Oumuamua el 2055. Por supuesto, los costos no son menores y no esta nada claro
quien aportaría la financiación para el proyecto. Aventuras de este tipo se
suelen planear con años (a veces décadas) de anticipación y agencias como NASA
tienen todo su presupuesto ya distribuido. Por tanto, sin duda la persecución
se quedará en el papel.
Persecuciones aparte, no se puede dudar que esta breve visita es un acontecimiento histórico. Ahora la gran duda está puesta en la frecuencia de esta clase de visitas. La próxima vez tendríamos que estar más preparados.
*Todos los blog divulgativos que
he revisado claman por bautizar “Rama” al asteroide, en honor a la nave
alienígena de nombre homónimo en un libro de Arthur C. Clarke.
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